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“Hemos recibido mensajes de personas que nos dicen, mira, yo tenía seis años de no ir a Nicaragua, y esto me ha regresado a mi infancia, con estos pastelitos, con estos picos.”
En el corazón de Miami, entre el bullicio de la ciudad y la diversidad de su gente, existe un rincón donde la nostalgia se transforma en pan. Se trata de “Raíces”, la panadería de Lázaro Centeno, un nicaragüense que ha logrado convertir su pasión por la panadería en un puente de recuerdos y tradiciones para la comunidad migrante. Su historia es un testimonio de perseverancia y amor por la cultura de su país.
Lázaro Centeno nació en Nicaragua, El Viejo, Chinandega, pero sus raíces también se extienden hasta Jalapa, Nueva Segovia. Desde joven, vivió entre los contrastes de estos lugares: el calor y la frescura, el aroma del mar y el del pino. Aunque su infancia no estuvo marcada por la panadería, su pasión por el pan surgió con los años, especialmente tras su incursión en la industria turística en Costa Rica y Panamá. Fue allí donde descubrió que, a pesar de la fama de ciertos panes tradicionales de otros países, su sabor no siempre superaba al del pan nicaragüense.“Tú vienes y te preguntas, oye, pero este pan, o sea, caro, sin sabor, afamado, y yo siendo nicaragüense, ¿por qué mi pan no puede estar también aquí?”, reflexiona Lázaro. Esa inquietud fue el germen de su negocio.
Tras regresar a Nicaragua y luego migrar a Estados Unidos, Lázaro enfrentó el desafío de comenzar de nuevo. “Aquí lo que te recomiendan primero es, te vas a la construcción. Te vas a hacer mezcla, te vas a pegar bloque. O sea, es lo primero”, comenta sobre las primeras oportunidades laborales que le ofrecieron. Sin embargo, su amor por la panadería prevaleció. Comenzó haciendo pequeños lotes de pan en casa para amigos y conocidos, hasta que la demanda creció tanto que tuvo que alquilar espacio en una panadería. Así nació “Raíces”, un homenaje a los sabores tradicionales nicaragüenses. “Comencé a hacer, por decir, 10 picos, le llamé (después), me encargó, hágame 20 picos. La señora de buen corazón, lo distribuyó entre sus amigos. Cuando yo miré al siguiente día, a mí me estaban llamando, oye, yo probé unos picos, doña María dice que usted los hizo, mándame tanto”, recuerda.
La panadería ‘Raíces’ ha logrado llevar su esencia más allá de Miami, alcanzando casi los 50 estados de EE.UU. Donde haya un nicaragüense, hay una caja de pan de ‘Raíces’ esperando por él. Esta distribución ha permitido que muchos migrantes revivan su niñez y mantengan viva su cultura a pesar de la distancia.
Los productos de “Raíces” no son solo pan; son recuerdos horneados. Desde las rosquillas hasta los pasteles de piña, cada bocado transporta a la infancia de muchos migrantes. “Imagínate que, ¿cómo te hace falta comerte una cosa de horno por las tardes? Tú lo tienes en las venas, ¿entiendes?”, dice Lázaro con pasión.
La autenticidad de sus sabores ha conquistado tanto a nicaragüenses como a otras nacionalidades. “Nuestra primera caja salió para North Carolina. La primera caja, nuestro cliente, hasta la tenemos filmada, registrada, le mandamos a mano un escrito a esa clienta, y fue un momento histórico para nosotros.”, afirma con orgullo.
No todo ha sido fácil. Desde los temores iniciales hasta la inversión económica, cada paso ha implicado riesgos. “Siempre, siempre el miedo, tienes que luchar con él”, expresa.
Para él, la clave del éxito ha sido la perseverancia y la pasión. “Mi consejo es que, el que en realidad, desee de corazón, tenga ese amor propio de decir, yo puedo hacer esto, voy a vencer el miedo. El miedo se vence, pero más que todo, que le ponga dedicación, le ponga pasión y amor, porque teniendo él su amor, su dedicación y la pasión, vence todo, cualquier miedo, cualquier obstáculo, sale adelante”, dice con convicción.
El impacto de “Raíces” trasciende lo comercial. Para muchos clientes, sus productos significan un vínculo con su tierra natal. “Hemos recibido mensajes de personas que nos dicen, mira, yo tenía seis años de no ir a Nicaragua, y esto me ha regresado a mi infancia, con estos pastelitos, con estos picos”, comenta emocionado.
El pan nicaragüense no es solo alimento, es identidad. Y Lázaro Centeno ha logrado convertir su panadería en un refugio de sabores y memorias para aquellos que, a miles de kilómetros de su tierra, buscan un pedazo de hogar en cada mordida.
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